Era una lluviosa tarde de verano en Londres, me encontraba en mi piso, dando tumbos de arriba para abajo, mordiéndome las uñas, peinándome una y otra vez, tenía que estar perfecto, por fin iba a verle después de un mes. Le echaba muchísimo de menos, sus caricias, sus besos y esa gran sonrisa.
Después de una hora de nervios sonó el timbre, fui corriendo a abrir la puerta, y ahí estaba el, tan guapo como siempre, rápidamente me eche a sus brazos, me apretó muy fuerte, echaba tanto de menos esa sensación, cada vez que me abrazaba sentía como si todo mi alrededor se parara y no importara nada mas, todos los problemas se me olvidaban, todas esas tardes que pase solo, esperando a que volviera, echándole de menos no me importaban, porque le tenia conmigo.
Entonces, dejo de abrazarme, y entramos en casa, no dejaba de mirarme, ni yo a el, le cogía de la mano fuertemente y el tiro de mi hacia el, hasta que sus labios rozaban los míos.
-Te he echado de menos.- Me susurro al oído, y en ese instante, sus labios y los míos se unieron, pasionalmente, mis manos se enredaban en su pelo, mientras el me agarraba de la cintura, y así hasta llegar a mi habitación, le tumbé en la cama, y empecé a desnudarle poco a poco, y a besar cada parte de su cuerpo. Hicimos el amor como nunca, nos habíamos compenetrado, habíamos sido uno. Le amaba, mas que a nadie, y el a mi.
Estábamos uno frente al otro, desnudos, frente contra frente, acariciándonos, no hacían falta palabras, nuestras miradas ya lo decían todo. Me acerque mas a el, hasta que nuestras piernas se entrelazaron, y le abrace.
-No me dejes nunca, por favor.- Le dije.
-Jamás.- Me respondió, mientras acariciaba mi pelo.
Y así, abrazados, permanecimos hasta que no podíamos mas, y nuestros ojos se cerraron poco a poco, hasta caer en el sueño.
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