domingo, 18 de noviembre de 2012

Pink, la chica que amaba pintar.

Y ahí estaba Pink, como cada tarde, encerrada en su habitación y sentada frente a un lienzo. Tratando de imaginar otro personaje al que pintar. Eso era lo que mas le gustaba hacer el en mundo, pintar, crear nuevos personajes para ese mundo que ella se había construido. No tenia nada mas, la pintura lo era todo para ella, era su mundo. Pero nadie mas lo entendía, sus compañeros de clase se reían de ella, por ser diferente, sus padres trataban de ayudarla, pero no sabían cómo.
A su manera, y solo a veces, Pink se sentía feliz, porque todos sus problemas los evadía en la pintura. Cada personaje, cada monstruo que ella creaba escondía uno de sus problemas, los cuales intentaba tapar con colores fuertes y llamativos. No quería enfrentarse a ellos, ¿Para que? La gente no lo entendería. Nadie entendía su arte, decían que sus cuadros no eran buenos, pero solo era porque no tenían ni el mas mínimo interés en comprenderlos. Como Van Gogh, Pink ya creía que solo a ella le gustaban sus cuadros, que para nadie tenían valor alguno.
Pero en realidad, Pink sabia que alguna vez tendría que enfrentarse a la vida real. A veces notaba como el mundo que se había inventado pendía de un hilo, no sabia como alimentar a esas criaturas imaginarias, que aunque cada vez se hacían mas grandes, por dentro estaban vacías. 
¿Cómo podría hacerlo? ¿Cómo podría escapar la cárcel de su propio mundo? No lo sabia. 
Hubo veces en las que Pink trató de buscar una escapatoria, intentó refugiarse en gente que le rodeaba, en sus amigos, pero ellos siempre cambiaban, y se acababan hartando de Pink, que siempre seguía igual, estancada.

Sentía que nadie ni nada podría ayudarla, que su mundo no tenía salida, porque nadie podía escuchar los gritos de dolor que se escondían tras la dulce y falsa sonrisa de la preciosa Pink, la chica que amaba pintar.

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